De un tiempo a esta parte millones de personas (principalmente adolescentes y veinteañeros, aunque no sólo ellos) sienten la trivial necesidad de hacer pública su vida privada.
No conciben un día sin revisar su cuenta de facebook. Tienen la urgencia de contar cuál es su estado de ánimo, cuál su ideología política, su credo, sus aficiones, sus aflicciones, qué es lo que están haciendo o lo que están “pensando”. Les urge comentar las fotos de sus “amigos” y de los “amigos de sus amigos”. Tienen que etiquetar gente. Deben escribir en el muro de sus contactos. No pueden olvidarse de saludar a cuanto conocido tienen por su cumpleaños. Tienen que colgar las fotos de su último viaje. Deben typear si tienen hambre o si sienten frio (como si al resto le importara). Tienen que comentar absolutamente todo de todos. Alguna veces suelen escribir frases rebuscadas, para demostrar (supongo) erudición, sensibilidad o espontaneidad.
Sienten la necesidad, en buena cuenta, de desnudar su intimidad a través del facebook, de regalársela a sus millones de usuarios.
Para ellos, si no estás en el facebook, sencillamente “no estás”, no existes. Y ojo, que cuando digo “estar en el facebook” no quiero decir que tengas una cuenta y ya, no, no, no. Tienes que ser - por decirlo así – proactivo. Sencillamente no conciben su vida sin “feisbuquearla”, es como si la reafirmaran por medio de la red social.
No los juzgo, todos somos un poco vanidosos, todos queremos ser héroes, todos queremos, en el fondo, parecernos a alguien que no somos, todos queremos lucir mejor de lo que somos, todos queremos vender lo mejor que tenemos. No los juzgo, haría mal … yo también he claudicado: tengo una cuenta de facebook y la uso con cierta frecuencia.
A lo que voy es que, sin quererlo, sin siquiera sospecharlo, los usuarios de las redes sociales no sólo desnudan su intimidad sino también la de los demás, violan sistemáticamente un derecho protegido constitucionalmente, el derecho a la intimidad.
A lo que voy es que, sin quererlo, sin siquiera sospecharlo, los usuarios de las redes sociales no sólo desnudan su intimidad sino también la de los demás, violan sistemáticamente un derecho protegido constitucionalmente, el derecho a la intimidad.
¿Cómo así?
Simple. No todos gustan de las redes sociales. Son una rara minoría, una especie en extinción, pero aún existen quienes son celosos de su vida privada, quienes la atesoran. Ellos, que no tienen una cuenta en facebook o que teniéndola no le prestan mayor atención, resultan afectados. Por ejemplo, si querían que una foto suya no sea vista por nadie, están jodidos, ya está colgada en el facebook …
“Ojos que no ven, facebook que te lo cuenta” es el nombre de uno de los cientos de grupos de facebook que gustan a mi hermano menor…
Es cierto que los seres humanos somos comunicativos, sociables por naturaleza, no podemos concebir la vida como anacoretas; pero ello no implica que todas nuestras actividades sean compartidas con los demás, existe un ámbito que sólo le concierne a cada uno de nosotros, y que debe permanecer en la privacidad, es lo que denominamos vida privada.
Este derecho implica que si un hombre desea pasar a través de este mundo, sin que se publiquen sus retratos, sin que se discutan sus proyectos, sin que se comenten sus éxitos, fracasos, excentricidades (sin importar que el comentario sea favorable o no), debe ser respetado.
Ahora bien, los tiempos cambian. Es evidente que hoy en día, a la mayoría de usuarios de las redes sociales, les resulta cool dejarse ver, hacerse notar, exhibir su intimidad. ¿Eso es malo? no lo sé. Quizás sea sólo cuestión de gustos. Personalmente, prefiero, por ejemplo, recibir una llamada antes que cien saludos virtuales por mi onomástico.
Estimable lector, debes tener presente que no puedes publicar parte de tu vida privada a despecho de la vida privada de los demás. Debes tener presente también que al colgar cualquier imagen o ingresar datos sobre ti mismo se los estás regalando no solo a tus contactos sino también a los creadores de esa red social, pues al registrarte aceptas que ellos puedan disponer de todos esos datos, aunque tú ya los hayas borrado, aunque hayas deshabilitado tu cuenta o aunque hayas muerto.
Sería prudente recordar también que muchos delincuentes están agradecidos con este fenómeno, pues les facilita enormemente su “trabajo”. No tienen que invertir mayores recursos en averiguar el estilo de vida de determinada persona, su poder adquisitivo, sus amistades cercanas o sus familiares. Tienen toda esa información y mucha más a la mano, al alcance de un click.
No todo es malo, por supuesto. El facebook también te puede permitir retomar contacto con gente querida que se encuentra lejos, te puede servir también como fuente de información, puedes encontrar datos sobre eventos, conciertos, exposiciones y un largo etcétera.
Sería ingenuo pensar que la masificación de las redes sociales y la implícita necesidad de figuración de sus usuarios se detendrán, al contrario, sospecho que se van a robustecer.
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