“estupendo Amor AmAr el mAr
y vivir sólo de Amor
y mAr
y mirAr siempre el mAr
con Amor
mAgnifico morir
Al pie del mAr de Amor
Al pie del mAr de Amor morir
pero mirAndo siempre el mAr
con Amor
como si morir
fuerA sólo no mirAr
el mAr
o dejAr de AmAr”.
y vivir sólo de Amor
y mAr
y mirAr siempre el mAr
con Amor
mAgnifico morir
Al pie del mAr de Amor
Al pie del mAr de Amor morir
pero mirAndo siempre el mAr
con Amor
como si morir
fuerA sólo no mirAr
el mAr
o dejAr de AmAr”.
Descubrí este poema de Eielson no en un poemario suyo, tampoco en internet, sino en la contratapa de la carta de un restaurante de la Costa Verde, en Lima.
Aquel día amaneció despejado como si el año viejo se hubiera llevado consigo el eterno cielo gris, panza de burro, limeño. Se sentía el calorcito de enero. Comentábamos las anécdotas del año nuevo, amenizando la conversación con cervezas heladas.
Frente a nosotros, las encrespadas olas del Pacífico.
En la mesa: cervezas, tiraditos, cebiches, carpaccio, pescados, mariscos.
Y por si fuera poco, ante nuestros ojos, invitándonos a leerlo, el poema de Jorge Eduardo Eielson: “Poesía en A mayor”
Es decir, un festín completo para hedonistas, para los amantes del arte y de los placeres de los sentidos.
Con un poco de intuición, lector, darás con el lugar… Y, si luego de deleitar el paladar, si luego de arrullarte con el sonido del mar, si luego de los mariscos (y sus poderes afrodisiacos), sientes una cosquilleante ansiedad, sigue tus instintos, que no solo de pan (ni de amor ni de mar) vive el hombre.